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Consideraciones sobre la corporeidad y la motricidad humanas
El ser humano es cuerpo biológico, pero al mismo tiempo cuerpo sensible, inteligente, social. Hablar del cuerpo en toda su amplitud es trascender el sistema orgánico, para entender y comprender al propio “humanes”. El ser se constituye con un cuerpo, pero no es un cuerpo exclusivamente objetual, es un cuerpo que vive, que es acción y expresión.
El término corporeidad hace referencia a está dimensión humana trascendental, excediendo el concepto de cuerpo que, proveniente de la anatomía y la fisiología, reduce su complejidad a sus manifestaciones orgánicas evidentes y, en consecuencia, generaba desde la Educación Física racionalista, estímulos directos para intentar mejorar la fuerza, la resistencia, la flexibilidad o la velocidad de los sujetos, sin tener en similar consideración el impacto emocional, cognitivo, social que generaba en los sujetos esta intencionalidad. Los métodos de entrenamiento, por ejemplo, partían de la medición de rendimientos motores, el establecimiento matemático de cargas y la planificación racionalista de estimulaciones, en la que no aparecían objetivos y contenidos relacionados con la totalidad del sujeto en situación. Como aspecto constitutivo de la corporeidad, la motricidad humana supera la concepción de movimiento que remite a las ciencias naturales, en particular a la física.
La dimensión conceptual de la motricidad excede el simple proceso “espacio-temporal”, para situarse en un proceso de complejidad humana: cultural, simbólico, social, volitivo, afectivo, intelectual y, por supuesto motor.
En la actual formación docente del área se puede detectar, aún, un tratamiento reduccionista de la motricidad limitada a sus manifestaciones estereotipadas, con un fuerte énfasis en el tecnicismo de los gestos, en la descontextualización de las situaciones motrices y en la desactualización de los planteos didácticos, generando una perdida de significación para los sujetos.
Como enfoque superador del planteo anterior, se hace necesario sostener una Educación Física concebida como disciplina pedagógica que contribuye a la construcción de la corporeidad y motricidad, con fuerte consideración de los contextos socioculturales en los que ejerce su acción, en constante reflexión sobre su propia identidad disciplinar y sobre las estrategias de intervención necesarias para que dicha contribución sea posible.
Se hace necesario, entonces, trascender el paradigma simplificador, capaz de explicar unidimensionalmente las transformaciones empíricas - objetales de un organismo, y considerar la complejidad de las transformaciones de un ser humano, donde la explicación sólo es posible bajo un paradigma que hable del ser que piensa, siente, se relaciona y se mueve para ser humano.
Se debiera comenzar por aceptar la diversificación y adecuación de las prácticas de Educación Física, dando cabida a las necesidades de todas las personas que desean desplegar su disponibilidad corporal y motriz y “desenvolverse en su sabiduría de vivir” en cualquier contexto, sin hacerla dependiente de modelizaciones motrices hegemónicas, institucionalizadas y naturalizadas. Hace falta para ello, al decir de Bracht (1995), “unir la vigilancia epistemológica a la vigilancia democrática”.
Se presenta así, un desafío importante para la formación docente: la superación del tratamiento fragmentado del cuerpo por un planteo didáctico que permita integrar de modo holístico el “estado y el proceso.” En síntesis, la corporeidad, la motricidad y sus formas de abordaje pedagógico-didáctico.